El gesto de escribir depende de la contracción armoniosa de los músculos de la mano, determinada por una planificación y preprogramación previas. Asimismo, es necesaria la inmovilización de los músculos del hombro para el establecimiento del tono postural, lo que tiene como finalidad corregir el desequilibrio creado por el movimiento. Después, tiene lugar la prensión del lápiz o pluma, gesto con dos componentes independientes pero coordinados: en primer lugar, aproximación y, después, sujeción y manipulación.
El registro electromiográfico de los músculos de la escritura pone de manifiesto su activación. Incluye una descarga correspondiente a la activación de los músculos agonistas que sujetan el lápiz, una contención por activación de los músculos antagonistas que moderan el gesto y, por último, un ajuste mediante nueva activación de los agonistas.
Disponemos de una serie de músculos que, mediante contracciones y dilataciones, sujetan el lápiz, moderan el gesto y producen la escritura. Estos músculos son:
1º. Los músculos de la mano, responsables de la sujeción de la pluma, que son por una parte, el primer interóseo dorsal y los músculos lumbricales y por otra, el flexor largo del pulgar.
2º. Los músculos específicos de la escritura, que son sobre todo los músculos que dirigen los movimientos de la muñeca. Así, las oscilaciones gráficas en el sentido vertical, corresponden a los músculos “flexor común profundo”, “extensor común” y “extensor” del índice. Las oscilaciones longitudinales se deben al músculo palmar mayor que determina una inclinación radial y al músculo cubital anterior que determina una inclinación cubital.
3º. Cuando el movimiento se hace de forma circular se activan varios músculos sucesivamente, lo que se pone de manifiesto en el electromiograma y son extensor común de los dedos, palmar mayor, flexor profundo y cubital anterior.
RELACIÓN DE MÚSCULOS QUE EJERCEN LA ACTIVIDAD ESCRITURAL
Es así como la contradicción entre las funciones de dichos músculos da lugar a los distintos momentos de la escritura, desde la sujeción del útil escritural hasta la formación de la escritura. Dicho antagonismo se manifiesta, no solo en todo el proceso de movimientos musculares que requiere la escritura, sino en la morfología de la misma o de la firma.
Así, dependiendo de la mayor o menor capacidad de extensión o retracción de la que dispongan los músculos antes mencionados, el movimiento escritural será más amplio o más reducido, pero siempre manteniendo una proporcionalidad entre todos los elementos del conjunto signatriz, atendiendo a la capacidad autómata de movimiento de los músculos.
Esta proporción se da tanto en dimensiones de la escritura como en sus distintos valores angulares y se trata de un elemento en que el posible falsificador no modifica por no ser aparente.
Cabe resaltar que todo individuo, cuando ya domina el hábito de escribir y se ha desligado de los moldes rígidos que le sirvieron para el aprendizaje, se amolda a aquellas estructuras que, o bien le son más fáciles de realizar o bien son más de su agrado, o encajan mejor con su personalidad psíquica, aunque su realización sea más complicada, todo ello en relación con los movimientos musculares.
Escritura y cerebro
Georges Serratrice y Michel Habib
Ed.Masson
De mismo modo en que no existen dos seres humanos idénticos, tampoco hay dos escrituras idénticas: las peculiaridades físicas y mentales de cada individuo originan personalidades gráficas indiscutiblemente únicas y diferentes unas de otras. Cada individuo tiene una manera propia y singular de realizar determinadas uniones o enlaces, comienzos, finales, sentido de los trazos, abreviaturas,…
El aspecto del trazado, la colocación en el documento y su orientación son también elementos que la caracterizan. Por supuesto, las grafías no son inmutables sino que siempre presentan algunas diferencias dentro de la misma persona aunque se estampen una a continuación de la otra sin solución de continuidad en el tiempo.
Cualquiera de nosotros, haya estudiado o no sobre estas materias, somos conscientes de los cambios que sufre nuestra propia escritura. No solo nos referimos a la evolución escritural a lo largo de los años, de nuestra vida. Nos estamos refiriendo a los cambios que se pueden observar en la escritura en diferentes horas o situaciones de un mismo día. Estos cambios pueden ser naturales u ocasionales aun cuando siempre permanecerá una base constante, nuestro gesto gráfico particular.
A lo largo de toda una vida de un mismo escribiente se pueden observar etapas de grandes cambios, transformaciones incluso estéticamente diferentes, que en muchas ocasiones tienen su origen en patologías de diversa índole o situaciones de vital o traumática importancia para quien escribe. Por ello, podemos decir con plena rotundidad, que nunca escribimos exactamente igual, ni siquiera cuando realizamos una firma a continuación de la otra.
De estos conocimientos previos, aceptados en toda la comunidad internacional, no solo pericial o grafológica sino desde la ciencia de la neurología, entre otras, surge un nuevo principio ya comentado:
«Nunca habrá dos firmas exactamente iguales en una misma persona. De ser así, una o ambas serán falsas.»
Las causas de las variaciones escriturales pueden ser muy diversas pero podemos estructurarlas y clasificarlas como sigue: